Cosmos and Cosmetic.

Día 13. Efectos beneficiosos de la simetría.

Posted in Londres by Just Cosmetic on 19 agosto 2009

Los días de turista quedaron atrás. He decidido ponerme a trabajar, en serio, puesto que tengo que entregar cosas dentro de una semana. A pesar de que tengo un montón de flechitas en mi Lonely Planet, y el Time Out, voy a priorizar las horas frente al ordenador. Es una sensación extraña, la de ser turista pero no. Estoy en medio de la nada, en No one’s land, porque vivo como una turista pero en realidad no lo soy. Estoy aquí porque tengo algunas cosas que hacer. Además, el hecho de ir a la academia me va sumergiendo poco a poco en una especie de mundo a lo High School, con compañeros de clase -de los que no he hablado todavía- fiestas, salidas y cosas así.

En la academia, por ejemplo, hay dos chicas colombianas, de treinta y pico ya, que son como las Hermanas Hurtado pero en moreno. De hecho, son hermanas. Siempre las veo sentadas en la misma mesa, comiendo y buscando cosas en Internet, y cada vez me saludan con efusión y me preguntan qué tal me va todo. Ayer me invitaron a una sesión de salsa el viernes por la noche en el London Bridge. Me estremecí por dentro, porque la música tipo salsa, rumba, merengue o demás sucedáneos es de lo que más me horroriza del mundo. Pero no pude decir que no, así que les dije que quizás, que siempre queda bien. Luego pensé que el viernes por la tarde hay una fiesta en la academia, y que vendrá Marilena, así que es esencial que yo también vaya a la reunión escolar.

Ay, es que no he hablado de Marilena y su efecto en mí. A veces, me pasa que hay gente que me fascina. No sé explicar muy bien por qué. Gente que me transmite paz y tranquilidad, sabiduría espiritual, no sé cómo llamarlo. Gente que, sólo con su presencia, me hace sentir que todo está bien. Y Marilena es así. Además, tiene una cara armoniosa e intemporal, una belleza tan poco llamativa que, si no estás con ella más de cinco minutos, probablemente pensarás que es una chica del montón, ni guapa ni fea, ni gorda ni delgada, ni alta ni baja, ni tímida ni atrevida, ni alegre ni tristona. Pero si la oyes hablar, tocarse la mejilla o moverse y carraspear en su silla, si observas con atención, descubrirás que su carisma, tan discreto, va extendiéndose por la habitación. Descubrirás que tiene una mirada clara y limpia, inteligente y decidida, unos labios bien perfilados que ríen gentilmente y sin complejos. Está allí, y nadie ve nada, y yo lo veo todo. Naturalmente, ella tampoco es consciente en absoluto de este poder que tiene, y así ha de ser. Si ella lo supiese, se esfumaría el encanto. Marilena no tiene ningún rasgo particular que destaque en seguida, pero quizás por eso es especial. Por si fuera poco, es griega, lo cual la hace particularmente interesante. Yo, que soy una enamorada de ese país, me la imagino en la Atenas de Pericles, haciendo el bien, y me parece que el mar toca las puntas de mis pies.

Lamentablemente, ya no viene a clase. El viernes vino por última vez. Después se iba 4 días con su novio a Barcelona, así que, durante el intermedio, le expliqué los mejores lugares de mi ciudad, por dónde tenía que salir y esas cosas, y con la excusa le pregunté un poco sobre su vida, porque ya sabéis que nada me gusta más que preguntar, y más si es a una criatura como Marilena. Escucharla hablar en inglés es un placer, deberían ponerla en una sala de conciertos, en el Palau de la Música, para que cientos de personas, sentadas en sillas previo pago de 30 euros, pudiesen tener la opción de disfrutar de su existencia igual que he hecho yo.

De todas formas, y a pesar de que Marilena ya no está, creo que estoy haciendo amigos en clase. Hay una chica venezolana, muy inteligente, que se ríe de mis estúpidas ocurrencias, que básicamente consisten en que le pregunto constantemente, en voz baja, sobre las distintas nacionalidades de los nuevos estudiantes que hablan raro. Luego está Beaa, que es otro ser como de otro mundo. En este caso, el encanto de Beaa no radica en su aura espiritual, como Marilena, sino en su indiscutible atractivo físico. Es increiblemente guapa. De revista, de cine. Cuando escuché su nombre y me dijo que era argelina, no me lo podía creer. Porque se maquilla mucho -demasiado, para mi gusto, voy a ser un poco arpía- y va con tejanos y tacones. Una Sherezade moderna que habla inglés. No sé qué hace aquí ni de dónde ha salido, y me muero de ganas de preguntarle. Pero, como me pasa siempre con la gente dolorosamente bella, me da vergüenza. Es un efecto devastador que tiene la belleza en mí. Ayer, en clase, mientras la venezolana se reía conmigo, Beaa, sentada al otro lado, le preguntó: «What did she say?» y la otra le repitió mi frase. Me sentí un poco como una súbdita de un palacio árabe, con mis babuchas y mi velo y el ombligo al aire, a la que la reina asciende a ayudante de cámara o dama de compañía o algo así. Por un momento, yo, una humilde persona con la nariz grande y sin pómulos, era importante.

Pensaréis que esto que digo de la griega de Pericles y de Sherezade son tonterías, y probablemente lo sean, pero me encanta fantasear con ellas. Hace las clases mucho más interesantes. Sigo buscando nuevos personajes que me fascinen. De momento, estas dos son lo mejor que he encontrado.

Ayer por la tarde, en mi afán de comenzar a trabajar, me dirigí a la British Library. Es un edificio que contiene un monton de tesoros, cosas muy fuertes que ahora no tengo ni el tiempo -ni las ganas- de enumerar, y que todavía no he descubierto por mi misma. Llegué y, antes de buscar una sala donde sentarme, encontré, en un pasillo iluminado ténuemente, dos filas de sofás individuales, con sus reposabrazos y sus lamparitas, con una mesita individual movible ante cada uno de ellos, y con sus enchufes correspondientes. El sueño de cualquier propietario de portátil. Allí me aposenté, relajada y feliz. Además, por ahí se paseaban numerosos hombres guapos y estudiosos, como a mí me gustan. El suelo enmoquetado era tan mullido que, recordando la asquerosa moqueta pelada y manchada de mi habitación en el hostel, me emocioné y tuve que refrenar mis ansias de desnudarme y hacer la croqueta allí mismo.

Así que estos días seré una buena chica y dedicaré mi tiempo al estudio y la reflexión. Además, la de 37 años -pobre, se le ha quedado ya este sobrenombre- y Dani, el chico parlachín de Jersey, ya se han ido, así que vuelvo a estar sola por por aquí. Pero no me importa, el recuerdo de Marilena y la presencia de Beaa, y los sillones de piel con mesita incorporada -mesita de éstas que te puedes acercar hasta el pecho, si quieres, como los que se usan para comer en la cama, que anda que no molan- me dan la serenidad que necesito para trabajar. Me siento muy zen, en el peor sentido del término. 🙂

Y gracias a todos por leerme, a pesar de andar desperdigados por el mundo y de que no dejéis ni un puto comentario en los posts, cabrones.

2 respuestas

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  1. equisy said, on 22 agosto 2009 at 5:17 PM

    Pues que sepas que para mí leer este blog se ha convertido en uno de los placeres más agradables de este verano.

    Es como si yo estuviese allí viviéndolo. O mejor.

  2. Just Cosmetic said, on 23 agosto 2009 at 3:07 AM

    Anda, pero qué dices!
    Jajaja, y seguro que es mejor leerlo que vivirlo, que tú no sabes la de manchas en la moqueta que tenía la última habitación en donde estuve… 🙂

    Bueno, ahora no escribo nada porque tengo que entregar dos artículos tomorrow morning, pero tengo anécdotas que contar en próximos episodios…


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